Me gustaría empezar a abordar este tema teniendo en claro que la prostitución en permitir acceso a una relación sexual de manera relativamente indiscriminada mediante una renumeración.
El dilema es saber si realmente la prostitución es un "servicio;" entendiendo por servicio una gratificación sexual más que monetaria. O por el contrario si la prostitución es un trabajo, como cualquier otro.
Pero... ¿ por qué hay tanto indicio de prostitución? Me gustaría suponer que es resultado de la falta de empleo y oportunidades...sin embargo a lo largo de esta blog, me daré a la tarea de encontrar el doble sentido o la segunda cara del porque de este "problema".
La prostitución, también conocida con el nombre de meretricio es la prestación habitual de una persona a prestaciones sexuales a cambio de una paga. Esto es precisamente lo que quiero poner en cuestión en esta investigación...
Hay mil nombres para llamarlas: prostituta, ramera. meretriz, buscona, golfa, perra, fulana, perdida... En la actualidad, se ha propuesto llamarlas trabajadoras sexuales, con el ánimo de erradicar el oprobio social del cual son víctimas que, por supuesto, no desaparece porque se cambie el nombre.
Cada una de esas designaciones incluye dos aspectos fundamentales: la venta de un placer, que no es vendible, y la baja calaña de quien se dedica a este negocio. Nombres equívocos e insinuantes al mismo tiempo, quizás cualquiera de ellos es el más grave de los insultos dados a una mujer porque pretende indicar que la prostitución implica la degradación absoluta de la mujer que se vende, que entrega su cuerpo a todos quienes lo solicitan, que ha echado al basurero el sentido del honor, la privacidad y la intimidad. Tal y como se afirma en la página consultada: http://www.abcsexologia.com/Article78.html
Sin duda, el nombre más agresivo que se les ha dado es el de mujeres de la vida alegre. Un nombre que pretende tapar la verdadera realidad que se esconde en la inmensa mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución. ¿Son, acaso, alegres porque salen a las calles, exhibiéndose de todas las formas posibles, con tal de conseguir un cliente que las provea del dinero para sobrevivir? ¿En dónde su alegría, cuando son víctimas de toda clase de violencias, oprobios, agresiones y explotaciones?
Mujeres de la vida alegre. ¿Acaso la vida de las otras, las de la casa, es triste y aburrida? La verdad es que no hay alegría en esas mujeres que, por lo general, saben muy poco o casi nada de lo que significa placer y de la alegría en una relación amorosa y tierna. El alquiler del cuerpo, en efecto, no suele incluir sino la pantomima de un goce que ellas no buscan en sus clientes.
Si no es alegre esa vida, ¿por qué se dedican a ella, por qué no buscan otros trabajos más honrados, más gratificantes, más aceptables? Estas y otras preguntas similares esconden siempre el rechazo social y, al mismo tiempo, pretenden desconocer las complejas razones que conducen a una mujer a la prostitución. Ni es cierto que para todas las mujeres existen las mismas oportunidades, ni tampoco que todas las que trabajan en el mundo de la prostitución lo hacen por decisión libre y personal. Se ha investigado poco y ellas mismas prefieren callar. Porque, detrás de esa supuesta vida alegre, existen historias de violencia, abuso sexual, incesto, violación, engaño, presión, chantaje.
Niñas prostituidas por su madre a los 10-11 años de edad; obligadas por una tía o una abuela, comúnmente también prostitutas, a recibir clientes en casa o a irse con ellos, o vendidas a traficantes internacionales o locales para los grandes prostíbulos.
De hecho, existen redes internacionales de tráfico de mujeres de todos los países. O son llevadas a la fuerza, o con el engaño de lucrativos trabajos, que nada tienen que ver con la prostitución. Ya fuera de casa o del país, se las obliga, bajo amenaza, a trabajar en centros nocturnos a cambio de pagas, con frecuencia, miserables.
Ante el agravio del incesto o de la violación, algunas no encuentran otra vía de escape que la prostitución, porque, desde su imaginario, así pretenden vengarse de la sociedad y la familia. Una agresión que, desde luego, conlleva siempre una grave autoagresión.
Algunas fueron engañadas y seducidas por un hombre, que las llevó consigo bajo la promesa de tomarlas por esposas, al tiempo que les ofreció todo. Luego de un pequeño tiempo, fueron obligadas, con amenazas y maltratos, a trabajar en los prostíbulos o en la calle.